lunes, 21 de septiembre de 2009

TEXTOS

CUENTO ENMARAÑADO

“CORRE DURMIENDO, DESPIERTO SE PARA”

Se había preparado para la carrera él solo. Entrenaba campo a través con zapatos elegantes de vestir y un chándal. Corría soñando con la carrera, todos los días visualizaba su victoria. Avanzaba por las veredas solitarias a su ritmo, sonriendo y controlándose en su semblante alegre sobre todas las cosas. Cruzaba bosques de pinos, eucaliptos, retamas, higueras y olivos. Traspasaba desiertos de malvas en invierno y tomillos en verano. Si alguien le vio alguna vez, le vio corriendo. La personalidad del campeón le crecía junto a su capacidad para el silencio. Difundía una mirada de felicidad, tranquilidad y de reposo ante la vida. Era solidario consigo mismo.

Hoy es la carrera. Empieza a las diez de la mañana pero el pasó toda la noche anterior inmóvil ante la línea de salida. Absolutamente quieto, firme y mirando adelante sin subir o bajar la mirada, en ángulo recto. Zapatos nuevos y una camiseta rosa con un gran dibujo de un espermatozoide en la parte del corazón. Así pretende hacerse notar. Ya todos están en la salida, se produce el disparo y nuestro campeón continúa inmóvil detrás de la línea, portando una sonrisa chulesca, desafiante y despreocupada. Causó, y que quede patente que él fue la causa, seriedad y vergüenza ajena en todas y cada una de las personas que observaban la salida. Sale avanzando hacia atrás mirando los rostros de todos y cada uno de los espectadores, les da un hasta luego alzando el brazo derecho y agitando la mano. Se acuerda de los cinco lobitos. Media vuelta y corre a toda velocidad mirando sus zapatos. La carrera es de diez kilómetros, por lo que se deben gestionar muy bien las energías. Él va a tope, sigue a tope, no cesa, adelanta a varios, distingue a los primeros en cabeza de carrera, continua a todo lo que le dan las piernas pero todavía no está agotado. Imagina su corazón, trata de sentirlo: otras veces entrenando era consciente del tacto de sus latidos en el pecho; pero hoy no se nota el corazón. Adelanta más. Habla a sus adversarios: - ey, buenos días, dorsal número diez, ¿sabes una cosa?, creo que voy a ganar la carrera, ánimo, tú también puedes ganarla-. Los demás están atónitos, él no pierde el aliento. Saca un bocadillo de ternera a la plancha y se lo come mientras corre a gran velocidad. Se le ensucia un zapato con un charco, saca de la mochila un set de limpieza para el calzado, frena, abrillanta, avanza, se pone en cabeza de carrera y ya quedan cien metros. Sonríe más fuerte aún a los espectadores de la meta, todos son buenos amigos suyos. Frena a medio metro de la meta, se tumba y entra a la victoria girándose como un cilindro. Arriba en el podium luce trofeo, camiseta y zapatos. Es su única carrera.


FIN

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